lunes, 31 de agosto de 2015

Justicia y Neurociencia

En esta entrada voy a poner sobre la mesa el problema que supone el avance de la neurociencia para nuestro actual sistema de justicia. Son varios los autores que vienen llamando la atención sobre este asunto y voy a seguir fundamentalmente a David Eagleman en su clásico artículo, The Brain on Trial de 2011. La conclusión sería que nuestro sistema legal no sólo es erróneo sino injusto por tratar a la gente como si todos fuéramos iguales. Reconozco, sin embargo, que todavía no estamos en condiciones de articular una alternativa al sistema actual.

Charles Whitman fue un joven de 25 años, uno de estos asesinos múltiples que se llenan de armas hasta los dientes, que se fue a la universidad de Texas Tower en Austin y se puso a disparar contra todos y asesinó a 13 personas e hirió a 32. Es interesante, sin embargo, que Whitman  había dejado unas notas donde indicaba que quería que se le hiciera la autopsia porque se sentía raro y con unos impulsos violentos que no había sentido nunca. De hecho, antes de marchar a disparar a la universidad había asesinado a su madre y a su esposa a la que amaba, sin ninguna razón. El resultado de la autopsia fue un glioblastoma, un tumor cerebral, que afectaba al tálamo, al hipotálamo y a la amígdala, siendo esta última una región especialmente relacionada con el miedo y la agresión.

Es famoso también el caso de un hombre de 40 años, llamémosle Alex, que empieza a desarrollar unas preferencias sexuales que no había tenido nunca. Se empieza a interesar por la pornografía infantil, hasta el punto de que empieza a realizar acercamientos sexuales a su hijastra, lo que alarma a su esposa. Se le encuentra culpable de molestar a niños, se le echa de casa y se le condena a rehabilitación en vez de prisión. Sin embargo, estando en rehabilitación realiza acercamientos sexuales inapropiados al personal y a otros clientes y acaba en prisión. A la vez que ocurría todo esto, Alex se quejaba de dolores de cabeza y estando en prisión son tan insoportables que le llevan a Urgencias. Se le realiza un TAC craneal y se le encuentra un tumor en la región orbitofrontal. Se le opera a Alex y su sexualidad vuelve a la normalidad. Un año después de la operación Alex empieza otra vez con conductas pedofílicas. Se le vuelve a realizar scanner y se descubre un trozo de tumor que no había sido extirpado en la intervención inicial y había crecido. Se le reopera y la sexualidad de Alex se normaliza.

Cambios en la química cerebral dan lugar a cambios en la conducta. Si la biología cambia, cambian nuestros deseos, impulsos y la capacidad de controlarlos y de tomar decisiones. Por ejemplo, algunos pacientes de Parkinson a los que se les da agentes dopaminérgicos como el pramipexol desarrollan juego patológico, hipersexualidad y un aumento del apetito. Si los polos frontales se afectan, como en la decencia froto-temporal o en ACV o tumores en la zona, aparecen conductas desinhibidas, inmorales y cambios de personalidad.

Lo que estos ejemplos nos indican es que la conducta humana no puede ser separada de la biología. La mayoría de nosotros pensamos que todos los adultos tenemos la misma capacidad para realizar elecciones morales, pero esto es erróneo. Los cerebros de las personas son muy diferentes. Creemos que existe una especie de Pepito Grillo en nuestro cerebro, una voluntad inamovible o una conciencia, que es independiente de nuestros genes y de nuestro ambiente. Nada de eso le afecta, es un brújula que marca el bien y siempre sabemos cuál es el bien y podemos elegir libremente hacerlo. Los que no lo hacen son malos y tienen que ir a la cárcel, punto. Pero esto no es así. Pepito Grillo está hecho de instintos, motivaciones, capacidad de autocontrol y de inhibición de impulsos, etc.; Pepito Grillo no está al margen de genes y ambiente sino que está constituido por los genes y el ambiente de cada persona.

Voy a poner más ejemplos. Veamos el caso de Robert Alton Harris, un asesino condenado a muerte en San Quintin en 1992. Los dos padres de Harris eran alcohólicos y probablemente psicópatas, por lo menos el padre que estuvo dos veces en prisión por abusar sexualmente de sus hijas. Parece que Harris nació con síndrome fetal alcohólico y prematuro por una patada que el padre dio a la madre. Harris fue torturado por su sádico padre porque pensaba que no era hijo suyo sino fruto de un affair de su esposa. La madre odiaba a Harris porque le consideraba culpable de las palizas que recibía a manos de su padre. Harris fue objeto de bullying aunque pronto ingresó en una cárcel para menores donde fue violado repetidamente desde la edad de 14 años.

Bien. Con lo hablado hasta aquí todavía podemos intentar sacar la conclusión de que tenemos  una capacidad moral que funciona bien pero que se altera en casos muy extremos y muy especiales de tumores cerebrales, accidentes cerebro-vasculares, demencias y en psicópatas graves, o en gente a los que les damos determinados medicamentos. Pero esto es usar la técnica del avestruz y esconder la cabeza. Porque es sólo cuestión de tiempo que la tecnología sea capaz de hacer distinciones más finas que las que hacemos ahora a nivel de tumores o ACVs. En el futuro detectaremos patrones y detalles a nivel microscópico y en circuitería que se correlacionan con problemas de conducta con implicaciones morales. Un poco más abajo pongo otro ejemplo un poco diferente. No hay distinción entre la biología y la persona con su capacidad de tomar decisiones, son la misma cosa.

A la hora de metabolizar productos en el hígado una personas somos metabolizadores rápidos y otras son lentos. Todos no metabolizamos a la misma velocidad un bocadillo de chorizo porque no tenemos la misma cantidad de jugos gástricos, enzimas, ni la misma flora bacterian. Es sólo cuestión de tiempo encontrar diferencias similares en el cerebro y la línea que separa a los “responsables” de los que no lo son se va a hacer más borrosa. En cualquier eje que midamos - inteligencia, control de impulsos, agresión, empatía, etc.-, nos encontramos con una distribución variable. No somos iguales. Y muchas de estas variables afectan a la conducta moral.

Lo voy a ilustra con otro ejemplo. Existe una hipótesis que plantea que el Trastorno Borderline de Personalidad (luego se ha ampliado también al Trastorno Antisocial de la Personalidad) se debe a una alteración en el sistema de opiáceos del cerebro, y que los síntomas de estos pacientes son intentos incontrolables e inconscientes de estimular su sistema opiáceo defectuoso y su sistema dopaminérgico. Las conductas de las que hablo son conductas agresivas, hipersexualidad, autolesiones, abusos de sustancias…, es decir, conductas con repercusiones morales y legales. Personalmente, puedo comentar el caso de una paciente borderline con impulsos a robar en tiendas (cleptomanía o shop-lifting) que me dice que la necesidad que tiene de robar va aumentando a medida que pasa el tiempo hasta convertirse en una necesidad urgente que se alivia con el acto, para volver luego a aumentar progresivamente. Suponiendo que esta teoría y otros hallazgos similares en el futuro se demuestren, ¿sería justo meter en el mismo saco legal a personas con el sistema opioide alterado y personas que no lo tienen alterado? ¿Es justo juzgar igual a alguien como Robert Harris, que ha heredado esos genes de psicopatía y ese ambiente, y a alguien que no los ha heredado? ¿Es acertado suponer que esas dos personas tienen el mismo Pepito Grillo? Creo que no, y que sostener la existencia de una “voluntad libre” que no se ve afectada por la lotería de los genes y el ambiente es mantener un estatus quo que perjudica a los más desfavorecidos, a los que peor suerte han tenido en la vida.

A medida que avance la neurociencia descubriremos que la gente se distribuye en un continuo y no en categorías simples. No podremos mantener que todos los cerebros responden igual y todos merecen el mismo castigo. El sistema legal supone que todos somos iguales ante la ley, que todos somos igual de capaces de controlar nuestros impulsos, de tomar decisiones y de comprender sus consecuencias. Este mito es admirable en espíritu y era lógico mantenerlo hace siglos. Pero sencillamente no es cierto.

Mi intención con este post ha sido señalar que tenemos un problema. Davig Eagleman aventura cómo podríamos realizar los cambios necesarios para el futuro pero creo que todavía no tenemos una alternativa factible, porque la ciencia no ha avanzado lo suficiente. Pero es muy importante empezar por reconocer que tenemos un problema, es el primer paso para buscar soluciones.


@pitiklinov

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miércoles, 26 de agosto de 2015

Los Trastornos Mentales y el Libre Albedrío

Esta entrada es un comentario a un artículo reciente de la revista Aeon que utiliza la experiencia de las personas con trastornos mentales para defender la existencia del libre albedrío. El argumento central sería: dado que cuando sufrimos un trastorno mental no tenemos libre albedrío, entonces cuando no tenemos una enfermedad mental sí tenemos libre albedrío. La idea se le ocurrió al autor, Walter Glannon cuando un alumno suyo no pudo acudir a clase por sufrir una depresión. Cuando ya estaba recuperado y acudió le dijo literalmente a Glannon: “no tenía libre albedrío”.

A partir de ahí plantea que la respuesta al eterno dilema del libe albedrío no hay que buscarla en la Física o en la estructura de nuestro universo y las leyes de la naturaleza sino en el cerebro, en la capacidad del cerebro para permitir o no que actuemos y pensemos. Parece definir el libre albedrío como actuar de acuerdo con nuestras preferencias, creencias e intenciones (y así definido acepto que tenemos free will, el problema es que no elegimos nuestras preferencias, creencias e intenciones y esa no es mi idea de una "voluntad libre"). Cuando padecemos una depresión, un TOC o cualquier otro trastorno mental no podemos hacerlo y por tanto no somos libres. Cuando no estamos enfermos sí seríamos libres.

Bien, como forma de hablar a nivel coloquial podemos entender lo que el autor quiere decir y podemos admitir que cuando estamos enfermos no tenemos la voluntad que tenemos en estado normal. Pero el argumento si lo analizamos con un poco de seriedad o profundidad falla estrepitosamente y voy a intentar explicar por qué. 

Para entenderlo voy a utilizar el ejemplo de la psicopatía de la que ya he hablado antes (aquí, aquí y aquí). Cada vez más autores están planteando que los psicópatas no son libres y que no pueden actuar de otra manera y se han propuesto alternativas a los fundamentos morales que utilizamos para condenarles y castigarles que actualmente se basan en condenarles porque pensamos que han elegido actuar de manera criminal y podían no haberlo hecho. Para los efectos de mi argumentación vamos a aceptar que los psicópatas no tienen libre albedrío (opinión todavía minoritaria). Si damos la vuelta al argumento obtendríamos el razonamiento de Glannon: si los psicópatas no tienen libre albedrío entonces los que no somos psicópatas sí lo tenemos.

La verdad es que ni los psicópatas ni los no-psicópatas tienen libre albedrío porque ninguno de ellos puede elegir. Libre albedrío es libertad para elegir otra cosa y eso no lo podemos hacer ni psicópatas ni no-psicópatas. A un psicópata no se le puede pedir que responda al castigo o que muestre las conductas morales propias de un cerebro moral, porque no lo tiene. Pero a una persona con cerebro moral tampoco se le puede pedir que tenga las conductas de un psicópata. Yo no puedo salir a la calle y violar a la primera mujer que me guste o robarle un reloj al peatón que pasa porque me he encaprichado con él (y de paso darle un navajazo si se resiste) o robar un banco (estoy caricaturizando un poco). Simplemente yo hago lo que está en mi naturaleza hacer y el psicópata hace lo que está en la suya, naturalezas que ni él ni yo hemos elegido. Tener libre albedrío sería poder tomar el otro camino, elegir la otra opción. Tener las dos opciones, no tener sólo una.

Y no es buen idea ir a buscar el libre albedrío en el cerebro (de esta manera) porque nuestro cerebro no es ajeno a las leyes de la Física, al contrario, está obligado a seguirlas. Y lo que observamos en este universo es que unos efectos tienen  unas causa previas, y estas a su vez otras causas previas y la voluntad no puede saltarse ese flujo causal y situarse al margen de él y decidir: “pues yo ahora voy por otro lado”…


Los humanos presumimos mucho del auto-control: nosotros no somos como los animales, que cuando quieren comer o tener sexo van y lo hacen, no…nosotros podemos esperar, auto-controlarnos…nosotros estamos al margen de la naturaleza…Pero no tenemos en cuenta una cosa muy importante. Si podemos ejercer ese autocontrol es porque tenemos unas fibras nerviosas que van desde la corteza hacia el sistema límbico que cumplen una función inhibidora de esos instintos básicos (y el control que tenemos es sólo parcial). Y esas fibras las ha puesto ahí la selección natural y lo ha hecho por una buena razón, porque en animales sociales inhibir esos instintos en situaciones grupales hace que pases más copias de genes a las generaciones futuras. Así que esa capacidad de autocontrol de la que presumimos no se salta las leyes de la Física ni proviene de Marte.

Por ampliar la discusión, voy a poner un ejemplo en base a factores determinantes ambientales para ilustrar la falacia del razonamiento de Glannon. Pensemos en el caso de Patricia Hearst y su famoso secuestro. Admitamos  que el grupo terrorista que la secuestró la lavó el cerebro con sus doctrinas maoístas y que Patty no era libre cuando atracó el banco con los componentes de ese grupo. Aplicando el razonamiento de Glannon diríamos: “Después del secuestro Patty no era libre porque le habían lavado el cerebro, pero antes del secuestro Patty sí era libre porque todavía no le habían lavado el cerebro”. Ya, ¿Y la influencia previa de su padres y su educación de niña rica no era un lavado de cerebro?

A donde quiero llegar es a que la conducta del ser humano ha evolucionado de la misma manera que la del resto de los animales. Tendremos más algoritmos, más lineas de código de programación si se quiere, pero no dejamos de ser criaturas programadas por la selección natural. Ya sé que eso no nos gusta. A Glannon se le escapa en el último párrafo de su artículo: “somos más que seres materiales”. Sí, preferimos seguir pensando que somos ángeles. Es muy fuerte la tendencia a pensar en “almas” “espíritus” y otro tipo de entidades al margen de la materia. No elegimos nuestras preferencias, creencias ni intuiciones. Pero nos hace mucha ilusión creer que sí lo hacemos.

@pitiklinov

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martes, 18 de agosto de 2015

Quemando brujas en Twitter

Llevo aproximadamente 3 años en Twitter y mi experiencia es muy satisfactoria (tal vez algunos que me siguen piensen que estoy hasta demasiado entusiasmado por lo pesado que soy tuiteando :)). Evidentemente a Twitter se le pueden dar diferentes usos pero creo que para profesionales como es el caso de los médicos o psicólogos puede ser una herramienta muy útil y así se lo digo a mis colegas siempre que tengo la oportunidad. Me parece una herramienta increíble para compartir y para mantenerse al día. Me parece un lujo que Steven Pinker, por poner un ejemplo, te ponga el enlace a un artículo de prensa o científico que le parece interesante. Si alguien de esa categoría te da un consejo, evidentemente, es para leer el artículo sin dudarlo. Puedes así seguir a gente que está interesada en los mismos temas que tú y compartir en esa comunidad las cosas que os interesan. Genial, la pena es que no haya más científicos de primer nivel compartiendo y dando a conocer sus investigaciones pero evidentemente tienen que estar investigando y trabajando y no hay tiempo para todo.

Pero hay una cosa que odio de Twitter: el cotilleo moralista, el constante juzgar y criticar a los demás, el santificar y pontificar sobre cualquier tema, saltar al cuello y arruinar la vida de la gente sin más referencia que una información muy parcial. Por lo visto Twitter está lleno de santos y puros sin tacha moral. Pero yo sospecho por principio de las divisiones de las personas en buenos y malos, lo cual está muy bien para las películas de Hollywood, pero la vida real es mucho más complicada que todo eso. 

Lo que dice el chiste de los policías ha ocurrido realmente. Una mujer sacó una foto y tuiteó el comentario de dos hombres que estaban detrás de ella en una conferencia y eso provocó que despidieran a uno de los hombres (aunque al final fue ella también la que acabó despedida). Linchamientos similares han ocurrido con el premio Nobel Tim Hunt, o más recientemente con el cazador del famoso león Ciril. Nuestra tecnología del siglo XXI es muy adelantada pero nuestras mentes siguen siendo las mismas de los cazadores recolectores cuando cotilleaban delante del fuego después de cazar bisontes, o iguales también a las de antepasados más recientes que cotilleaban en la plaza del pueblo o en el patio de vecinas de la casa. Y Twitter es también una plaza de pueblo con una picota donde colgar a la gente.

Entiendo que a todos nos gusta vernos con una luz favorecedora y positiva y condenar a los demás nos hace sentirnos mucho mejores por contraposición. Y podemos presumir con nuestros comentarios de los buenos que somos delante de los demás. Pero veo un gran peligro en todas estas condenas morales que no se quedan solo en críticas sino que traducen en acciones contra los demás, que la mayoría de las veces se está demostrando que fueron injustas y precipitadas.

Parece que nos hemos lanzado a una loca carrera de santidad y pureza y nadie quiere quedarse atrás y que le acusen de inferior desde el punto de vista moral. Pero esto recuerda peligrosamente a los tiempos de la Edad Media, de la caza de brujas y de la justicia popular. Hoy en día existe la presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo. No volvamos a los tiempos de la Inquisición.

@pitiklinov

Post-script: este artículo que cita y resume aquí Jonathan Haidt explica muy bien el origen de estas cruzadas morales que vemos en Twitter y en otras partes

Here’s the full citation: Campbell, B., & Manning, J. (2014). Microaggression and moral cultures. Comparative sociology, 13, 692-726. [Link to journal online;  Here is a link to an ungated copy at Academia.edu]



sábado, 15 de agosto de 2015

Lo que los tests de inteligencia no miden

Esta entrada es un comentario del libro de Keith E. Stanovich What Intelligence Tests Miss.The Psychology of rational thought. (por el que ganó el Grawemeyer Award  en Educación de 2010). La tesis de Stanovich es que “pensar bien” requiere buen juicio y buena capacidad de tomar decisiones y que los tests de inteligencia no miden estas características. Según Stanovich hay que diferenciar inteligencia y racionalidad y, debido a ello, gente muy inteligente puede ser muy irracional a veces o comportarse de forma muy estúpida. 

Stanovich se basa mucho en el modelo de la mente humana de Kahneman, con algunas modificaciones. De hecho, la parte central del libro la dedica a los fallos en el juicio y en la capacidad de razonar que Kahenman estudia en su libro Pensar rápido , Pensar despacio, y nos dice que ese “pensar bien”, según Kahneman y Tversky no aparece en los tests de inteligencia y la relación de la inteligencia con el funcionamiento en estas tareas es baja-mediana. 

A esa capacidad de que alguien inteligente haga tonterías Stanovich le da un nombre: Disracionalidad (dysrationalia), que define como la incapacidad de pensar y comportarse racionalmente a pesar de tener una inteligencia adecuada. Creo que a todos se nos ocurrirán ejemplos o casos de este tipo pero por si quieres leer uno aquí tienes lo que nos cuenta Santiago Sanchez-Migallón en su blog la Máquina de Von Neumann nada menos que de Leibniz, de cuya inteligencia no podemos tener muchas dudas.

Pensar racionalmente significa adoptar los objetivos apropiados, realizar las acciones apropiadas a esos fines y objetivos y tener creencias que se correspondan con las pruebas disponibles. Pero aunque los tests de inteligencia miden la capacidad para centrarse en una tarea y no distraerse, no nos miden la capacidad de una persona para desarrollar objetivos que son racionales para empezar. De igual manera los tests de C.I. nos miden lo bien que una persona puede manejar creencias en la memoria a corto plazo y lo bien que las manipula pero no nos mide si una persona tiene tendencia formar creencias que son racionales cuando le presentamos unas pruebas. Por último, los tests de inteligencia miden lo bien que una persona procesa la información que se le da pero no nos miden si esa persona es buena para valorar de forma crítica la información proveniente del entorno.

Conviene señalar una cosa importante. Stanovich no está para nada en la misma liga que los autores que hablan de la inteligencia emocional, de la importancia de las emociones, o de la importancia de las capacidades sociales, o de la creatividad, etc. No nos está diciendo que en la vida de una persona hay cosas tan importantes o más que la inteligencia como puedan ser las capacidades emocionales, la motivación, la empatía, las capacidades para las relaciones interpersonales, etc. No, Stanovich no se sale del campo cognitivo, las cosas que los test de inteligencia no miden están dentro del campo cognitivo. Y tampoco descalifica Stanovich a los test de inteligencia ya que reconoce que miden cosas reales del mundo cognitivo que son muy importantes en la vida y que tienen capacidad predictiva. Lo que dice es que hay cosas en el campo cognitivo que se les escapan. Cosas como conductas adaptativas, una adecuada priorización de objetivos, reflexividad, una calibración adecuada de la evidencia…

Decía antes que Stanovich seguía el modelo de la mente de Kahneman con alguna variación. Kahneman habla de un modelo bipartito: sistema I (automático) y un sistema II (consciente). El de Stanovich es un modelo tripartito y lo explica con tres historias de una señora que camina por un acantilado (las tres historias son tristes porque la señora muere):

A- en la historia A la señora camina por el acantilado y viene una inesperada racha de viento que la arrastra y la hace caer
B- en la historia B la señora camina por el acantilado y en un determinado momento se quiere apoyar en una roca pero resulta que la roca es en realidad una hendedura y cae por ella y se muere.
C- en la historia C la señora realiza un intento de suicidio saltando por el acantilado y muere al caer sobre las rocas.

Estos tres ejemplos requieren diferentes niveles de explicación para explicar la causa de la muerte. En todos ellos la causa de la muerte son las leyes de la Física. En la historia A, de hecho, las leyes de la Física es lo único que necesitamos para explicar el resultado, pero en las historias B y C se necesita algo más. En la historia B un psicólogo diría que a la hora de procesar un estímulo, el sistema de procesamiento de la mujer funcionó mal y mandó la información equivocada llevando al desastroso resultado final. Ese nivel de procesamiento es llamado por los psicólogos cognitivos nivel algorítmico. En el caso C la mujer muere por sus objetivos y por cómo esos objetivos interactúan con sus creencias acerca del mundo en el que vive. En el caso B hay un problema con al mente algorítmica y en el caso C hay un problema con la mente reflexiva. Así que el modelo tripartito de Stanovich, como  vemos en la figura 1, habla de una mente autónoma, una mente algorítmica y una mente reflexiva.

Llegados a este punto del libro, uno espera que a continuación Stanovich nos diga cuáles son las partes de la racionalidad que los test de inteligencia no miden y que nos diga cómo hacer un “Cociente de Racionalidad” que complemente al Cociente de Inteligencia. Pero no es esto lo que hace Stanovich. En la parte central del libro nos presenta una serie de errores o de fallos de racionalidad que yo creo que son en su mayoría lo que se conoce como sesgos cognitivos, y muchos de ellos los estudia Kahneman: el efecto ancla, el efecto Framing, el procesamiento a mi favor (Myside Processing), el exceso de confianza en lo que sabemos, la influencia de las emociones sobre la razón, la fuerza de voluntad, lo malos que somos los humanos manejando las probabilidades (por ejemplo el problema de la tasa base), la búsqueda de hipótesis alternativas, etc. Y la conclusión que nos ofrece es que las personas inteligentes caen en todas estas “trampas cognitivas” casi igual que las normales. Es curiosa una cosa: cuando a los sujetos se les advierte del truco los inteligentes aprenden antes que los “normales”, pero ellos por sí mismos no son capaces de no caer en la trampa sin esas indicaciones.

En definitiva, hay muchas cosas en la mente humana que pueden ir mal y no las miden los test de inteligencia. Pero, personalmente, Stanovich no me convence de que a) todas ellas sean cognitivas y b) de que puedan medirse. Creo que muchas de esas cosas tiene más que ver con la personalidad que la inteligencia y otras con el diseño evolutivo de la mente humana. Hay muchas razones por las que no deberíamos esperar que la evolución garantizara una mente humana racional. Una de ellas es que la evolución trabaja con el principio “mejor que” y no con el de maximizar nada o llevarlo a la perfección. La evolución “diseña” para la ventaja reproductiva de un organismo con respecto al de al lado no para que una característica (ni siquiera la racionalidad) sea óptima (hay quien ha dicho que en vez del famoso término “survival of the fittest” habría que hablar de “survival of the fitter”). Por eso la evolución nos ha hecho “tacaños cognitivos” (cognitive misers), unos perezosos mentales que tomamos la ruta más corta y más cómoda que nos produzca un resultado suficiente.

Esto hace que por defecto de fábrica nuestra mente tenga una serie de sesgos y defectos. Stanovich es optimista y dice que la racionalidad se puede aprender…Yo soy más escéptico. Como prueba de lo que digo citaré este artículo donde se ve que filósofos entrenados al final caen en los mismos sesgos que las personas normales…así que lo de superar los sesgos de fábrica de la mente humana parece que no es tan fácil aunque acepto que algo siempre se puede hacer.

En cuanto a lo de medir la racionalidad y crear un hipotético “Cociente de Racionalidad” Stanovich se sale por la tangente y dice que es posible hoy en día pero que requeriría un enorme esfuerzo colectivo…No sé…si tan convencido está debería haberlo creado, validado y empezar a utilizarlo a ver la capacidad explicativa y predictiva que tiene…

Como conclusión, un libro con luces y sombras pero muy recomendable para las personas interesadas en la inteligencia. Para ellas pongo al final la taxonomía de los errores del pensamiento de la racionalidad que Stanovich propone:



@pitiklinov

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