domingo, 29 de noviembre de 2015

Psicología Evolucionista del Terrorismo Suicida


Una de las nociones más destructivas en la historia del pensamiento humano es la utopía. La idea de que puedes formar una sociedad perfecta, ya sea en esta vida o en otra posterior, es muy destructiva. Porque la consecuencia es que no importa si has matado a un millón de personas por el camino: el objetivo es la perfección y eso disculpa cualquier crimen. Es una fantasía que ha tenido sus equivalentes seculares, en el comunismo soviético, por ejemplo, y también en los nazis. La idea de la redención, una idea milenaria, siempre requiere enemigos.”
-Ian McEwan

El terrorismo suicida ha aumentado en las últimas décadas y los investigadores están redoblando sus esfuerzos para entender por qué ocurren este tipo de conductas. Muchos autores aportan explicaciones “proximales”, refiriéndose a causas sociales o psicológicas de los autores. Pero hay otro enfoque, el evolucionista, que intenta arrojar luz sobre las causas “últimas” de los fenómenos. Y en este caso es la arquitectura de nuestras mentes la que hace posible esta conducta: nuestras mentes son vulnerables a ser convencidas para poner nuestros ideales por encima de nuestras vidas. Y esta es la pregunta que un enfoque evolucionista se plantea, ¿por qué están diseñadas nuestras mentes de manera que algo inmaterial como las ideas puede ponerse por encima de la propia vida?

James Liddle y Todd Shacklelford intentan contestar a esta pregunta en un artículo reciente que voy a comentar. Dado que, como hablábamos en la entrada anterior, la gran mayoría de los que comenten terrorismo suicida tienen fuertes ideas religiosas los autores comienzan hablando de la psicología evolucionista de la religión. Voy a resumir brevemente esa parte para tratar luego lo que proponen con respecto a la psicología evolucionista del terrorismo suicida propiamente dicho.

Con respecto  a las explicaciones evolucionistas de la religión las podemos dividir en dos grupos: aquellas que la consideran un sub-producto de otras adaptaciones psicológicas humanas, y las que consideran a la religión como una adaptación. La opinión más extendida es que la religión es un subproducto resultado de la interacción de varios mecanismos psicológicos evolucionados y la evolución cultural. Uno de esos mecanismos sería el “Dispositivo hipersensible de detección de agencia” (HADD, “hypersensitive agent detection device”) que fue propuesto por Guthrie , aunque el nombre procede de Barrett. Los humanos tenemos tendencia a detectar agencia en el entono incluso cuando no existe, y esto tiene sentido evolutivamente. Detectar adecuadamente depredadores suponía la diferencia entre la vida y la muerte pero para ello había que interpretar estímulos en el ambiente que eran ambiguos: oír un ruido en los matorrales. Dado un estímulo ambiguo es mejor pasarse creyendo que hay algo ( falso positivo) que pensar que no lo hay y que lo haya (falso negativo). Si creo que puede haber un tigre y me pongo en guardia y luego no lo hay el daño para mí y mis futuros descendientes es menor que si creo que no hay nada y luego resulta que sí hay un tigre. La naturaleza sigue el mismo principio que los detectores de humo.

Por lo tanto, existe una presión selectiva para esta hipersensibilidad en la detección de agencia y muchos autores han demostrado que esta tendencia existe y que aparece en la infancia. Este mecanismo psicológico sienta las bases para creer en agentes sobrenaturales (espíritus, fantasmas, dioses…) ante ciertas clases de estímulos. Pero está claro que este mecanismo no puede ser la única explicación de las creencias religiosas. Otro mecanismo que se ha propuesto, por Pascal Boyer, es el “concepto mínimamente contraintuitivo”. Esta idea (que también es de Barrett) se refiere a que agentes con alguna característica contraintuitiva son mejor recordados que los agentes habituales, por ejemplo una persona que atraviesa paredes. Los agentes sobrenaturales suelen ser mínimamente contraintuitivos en el sentido de que violan algunas expectativas pero en muchas otras son exactamente iguales a nosotros (los dioses griegos por ejemplo tienen poderes especiales pero en el resto de cosas son celosos, interesados en el sexo, iracundos, etc., igual que los humanos). Hay experimentos que demuestran que esta idea de Boyer es acertada y los niños , por ejemplo, recuerdan mucho mejor estos agentes mínimamente contraintuitivos.

Estas pinceladas por lo que respecta a la visión de la religión como subproducto, pero hay autores que afirman que es una adaptación. Algunos autores plantean que la religión es buena para la salud, pero parece que esto podría ser un efecto indirecto al evitar la soledad que sí se sabe que tiene efectos negativos en la salud. La hipótesis más consistente de la religión como adaptación es la que propone que la religión es un pegamento que favorece la cohesión social y las conductas cooperativas y prosociales dentro del grupo. La revisión de la literatura apoya esta opción aunque no excluye la hipótesis alternativa de que sea un subproducto. De hecho, ambas poden combinarse. Es posible que la religión sea una exaptación, es decir, que originalmente fue un producto de determinados mecanismos psicológicos humanos, como la hiperdetección de agencia y luego pasó a servir a la función adoptiva de facilitar la cooperación dentro de los grupos humanos. Por último, podríamos hablar de los memes, algo que está de capa caída. Pero los trataremos más adelante. 

Pasamos ya a hablar del fenómeno del terrorismo suicida. Los primero que debemos decir es que la relación entre creencias religiosas y terrorismo suicida no está suficientemente probada, los datos empíricos que la apoyan no son lo suficientemente convincentes pero tampoco son convincentes los datos que la rechazan. Así que la conclusión es que este punto es objeto de debate. 

Aceptando la relación y avanzando en el análisis, Liddle y Shackelford recurren como una posible explicación a la selección de parentesco (kin selection). Es decir, podría ser que estas conductas persistan por el beneficio que suponen para los familiares de los terroristas. Esta hipótesis tiene bastante apoyo en los datos demográficos de los suicidas palestinos. Según Pedahzur y cols., el 84,2% de los terroristas suicidas de esta región son solteros y, además, el 81% de ellos proceden de familias con más de ocho miembros. Teniendo en cuenta que el estatus y honor que se concede a los familiares, e incluso el hecho de que Hamas paga a estas familias entre 10.000 y 25.000$, sí hay apoyo para pensar que la selección de parentesco podría explicar esta conducta, por lo menos en Palestina. No sabemos si ocurre lo mismo en otros lugares.

Otra explicación relacionada con la selección de parentesco, aunque se trataría más de un subproducto (o de algo cultural) sería lo que podemos denominar “secuestro del mecanismo de la selección de parentesco”. El terrorismo suicida se puede apoyar en la selección de parentesco, “engañar” a este mecanismo psicológico adaptativo para conseguir que los terroristas sean capaces de suicidarse por alguien que no está relacionado genéticamente con ellos, pero a los que consideran sus “hermanos” o su “familia”. Dicho de otra manera, el grupo al que uno pertenece pasa a ser considerado como una “familia ficticia”. Esto es algo que tiene mucho apoyo porque todas las religiones han recurrido desde siempre al lenguaje “familiar” a hablar de que los miembros de la religión son “hermanos” “hijos” de Dios…que Dios es “padre”, etc. Es decir, estas técnicas conseguirían que un mecanismo adaptativo producto de la selección natural se activara cuando no debe. Sería lago parecido a la atracción que sentimos por los bebés de otras especies, instinto que se desarrolló en nosotros para ser atraídos por nuestros bebés; lo que ocurre es que como todos los bebés, por lo menos de mamíferos, tienen ciertos rasgos en común, este mecanismo se nos dispara por algo para lo que no fue seleccionado.

Vamos a hablar de memes. Podría ser que el terrorismo suicida persiste porque las ideas y creencias de las sectas y grupos religiosos “parasitan” el cerebro de sus seguidores, y los actos terroristas servirían el propósito de propagar esos memes. Este planteamiento se basa en el hecho que hemos comentado con frecuencia en este blog del asombroso parecido que hay entre la transmisión de las ideas y la transmisión de los agentes infecciosos. Es claro que las ciencias de los terroristas son importantes para explicar los que hacen y estas creencias se pueden entender desde un enfoque memético. 

Muchos musulmanes explican que estos terroristas están malinterpretado el Islam. Si aplicamos la perspectiva memética vemos que la supervivencia de las creencias religiosas depende de cuáles sean las más exitosas en un ambiente determinado. Las creencias que promueven el martirio, condenan la herejía, la apostasía y las que resaltan las recompensas en la otra vida  por matar a los enemigos del Islam serían enfatizadas por los terroristas. Los musulmanes moderados no enfatizarían estas creencias sino las que promueven la paz, la tolerancia y las que condenan el martirio. Los dos tipos de creencias se encuentran en el Corán, pero los musulmanes moderados diferencian sus creencias de las de los terroristas. Preguntar si el Islam es una religión de paz o de guerra es una pregunta errónea porque, lo mismo que otras religiones organizadas, el Islam no consiste en un grupo homogéneo de creencias. El Islam ha evolucionado en varias “sub-especies” cada una con sus creencias y todas ellas derivan de un “ancestro común” (El Corán). Estas subespecies son resultado de diferentes presiones selectivas y diferentes grupos enfatizan y transmiten aquellas creencias que mejor se adaptan a sus necesidades. 

El artículo concluye con unas propuestas o direcciones en las que la investigación de este fenómeno podría progresar. En definitiva, los autores creen que la hipótesis de la selección de parentesco tanto la real como la “ficticia” tienen un poder explicativo que merece la pena explorar, y también el enfoque memético.

Estoy muy de acuerdo con el planteamiento de Ian McEwan que abre esta entrada sacado de una reciente entrevista. Comenzábamos preguntándonos por qué la mente humana está diseñada de manera que puede ser convencida para poner los ideales por encima de la vida. Coincido con McEwan en que la utopia es una fuerza destructiva, pero un enfoque evolucionista nos hace pensar que si existe es porque es también una fuerza creativa. Sin la utopia, sin la fe, sin creer en cosas que todavía no existen, no disfrutaríamos de avances que ahora tenemos y que han supuesto un gran progreso para la humanidad. Mira a tu alrededor y verás cantidad de cosas que no existían en la naturaleza, que existieron primero en la imaginación del alguien que luchó por hacer que se convirtieran en una realidad. La fe, las creencias, la utopía, son un arma de doble filo. El tiempo dirá a dónde conducirán a la especie humana. La autodestrucción es desde luego una posibilidad.


@pitiklinov

Referencia:

James R. Liddle y Todd Shackelford. Evolutionary Psychological Science of Suicide Terrorism.

Capítulo que aparecerán en el libro Understanding suicide terrorism: Psychological dynamics. Thousand Oaks, CA: Sage Kuma U (ed)

lunes, 9 de noviembre de 2015

¿Por qué compramos cosas que no necesitamos?

El Boston Review presenta un debate sobre el lujo que abre precisamente Paul Bloom, el mismo que daba pie a un debate sobre la empatía que ya comentamos aquí. La realidad es que todos poseemos y compramos cosas que no necesitamos realmente; por algunos objetos pagamos una desproporcionada cantidad de dinero cuando hay alternativas mucho más baratas que cumplen la misma función con creces. Este consumo ostentoso requiere una justificación.

Una primera explicación es el puro placer estético dado que un objeto de lujo está fabricado con buenos materiales, con un bonito diseño, etc. Una segunda explicación, también conocida, es que los objetos de lujo sirven para señalar el estatus, para impresionar a los demás: amigos, amantes, familiares, vecinos, competidores…Los biólogos evolucionistas le llaman a esto “teoría de señales”, determinadas conductas o características sirven para señalar a los demás inteligencia, poder o cualquier otro rasgo atractivo.

Pero Paul Bloom dice que lo anterior no es suficiente y propone una tercera solución y es que nos afectan la historias de los objetos y esto no tiene que ver con la calidad del objeto ni con señalar estatus. Según Bloom, la historia de un objeto afecta al placer que obtenemos de él. Y una parte de la historia de los objetos es quién los ha tocado y esto lo vemos claramente en lo que se llama el fenómeno de la donación de la celebridad (celebrity-endowment). Un ejemplo reciente: se acaban de pagar más de 2 millones de euros por una guitarra acústica Gibson J-160-E que fue usada por John Lennon. El propio Paul Bloom ha conducido experimentos sobre este efecto y ha comprobado que si se dice a los compradores que el objeto del famoso (camiseta, reloj, etc.) se les va a entregar completamente esterilizado, baja el precio que ofrecen por él. En el entorno religioso es conocido también el fenómeno de las reliquias de los santos y otros similares.

Una ilustración perfecta de que la historia de un objeto importa la tenemos en el mundo del arte. Cuando la obra la Cena de Emaús se pensaba que era de Vermeer no tenía precio. Cuando se descubrió que era obra del falsificador Han van Meegeren pasó a ser una curiosidad interesante, sin más. Si realmente lo que nos atrae de un cuadro es su belleza, sus colores, su luz, etc. debería seguir gustándonos igual. Pero si sabemos que es una falsificación ya no nos produce el mismo placer (lo que nos dice que el valor de un objeto se encuentra en nuestra creencias acerca de él).

A Bloom le dan la réplica varios autores y uno de ellos es Virginia Postrel. Postrel matiza que lo que señalamos por medio de los objetos (sean de lujo o no) es nuestra identidad, tanto individual como colectiva. Por medio de ellos comunicamos nuestra personalidad y nuestra afiliación: quiénes somos y a dónde pertenecemos. Cuenta el caso de un joven negro que se compró un cinturón de 350$ porque lo utilizaba un rapero al que admiraba (Juelz Santana). Hablamos aquí de que el objeto sirve de puente para un “desplazamiento del sentido”: al usar ese cinturón el joven se imagina siendo alguien que le gustaría ser o llevando una vida que le gustaría llevar. Así que para Postrel lo importante no es la historia sino el sentido, que la historia signifique algo, que el objeto sea un símbolo de lo que somos o nos gustaría ser. 

Por otro lado, Susan Gelman y Bruce Hood tratan de la relación del fenómeno del valor de los objetos de celebridades con el “contagio mágico” lo que nos remite al asco y a Paul Rozin. Rozin realizó experimentos donde se preguntaba a la gente si querrían llevar un jersey que hubiera sido utilizado por Hitler o por un violador y la respuesta era negativa. En el caso de los objetos de famosos estamos ante un “contagio positivo” pero en el de la camiseta de Hitler o en lo que ocurre en la India donde las castas superiores no quieren tocar objetos pertenecientes a los parias hablamos de un “contagio negativo”. Se supone que hay algo que puede pasar de una persona a otra por medio del objeto, tanto para lo bueno como para lo malo. Y detrás de estos fenómenos se encuentra la noción intuitiva en los humanos del esencialismo, la idea de que existe una propiedad subyacente a los objetos que les hace ser lo que son, que les confiere identidad. 

Paul Rozin, el estudioso del asco y de estos contagios irracionales (las leyes de la magia simpática) defiende que esta forma de pensar innata es un legado de nuestros mecanismos biológicos de defensa. No sabemos por qué alguien es un asesino en serie o tiene conductas anormales, puede que sea debido a un agente patógeno y es buena medida evitarlo. En cualquier caso, a la hora de explicar nuestra atracción por los objetos de lujo parece que estamos hablando de decisiones y de conductas con una buena dosis de irracionalidad, por lo que ser racional nos podría permitir ahorrar una buena cantidad de dinero...¿pero lo somos?.

@pitiklinov